<RE>CODIFICACIONES
Selección de obras de Net art

Artistas: Ivan Abreu, Giselle Beiguelman, Ladislao Pablo Györi, Eduardo Kac, Joan Leandre, Antoni Muntadas, Santiago Ortíz, Eugenio Tisselli. Selección: Gustavo Romano

[INGRESAR A VER LAS OBRAS]

por Gustavo Romano

 

Cut word lines
Cut music lines
Smash the control images
Smash the control machine.

(William Burroughs, Quick Fix )

La irrupción de las nuevas tecnologías supuso una mejora considerable en el área de las comunicaciones. Su aporte, entre otras cosas, fue y es el de asegurar la transmisión del mensaje con el menor gasto posible, su mejor y más amplia difusión y el menor nivel de error en su recepción. Concepto este último que, para el pensamiento artístico, puede considerarse en algunos casos como un desafío. Las producciones simbólicas que genera el arte, más que apuntar a la claridad del mensaje, promueven su opacidad. En el sistema de la comunicación, el arte funciona como ruido. Como diría Deleuze, “ el arte no comunica, resiste ”.

La producción artística genera un espacio de reflexión que no busca verdades, sino que por el contrario, sabotea el lenguaje, su estructura, sus signos. Las distintas obras que conforman esta selección, adoptan un comportamiento viral que se verá reflejado de maneras muy diferentes, pero haciendo notorio el enfrentamiento entre arte y comunicación. Cuanto menos claro resulta el mensaje, mayor riqueza de sentidos adquieren las obras, y mayor esfuerzo de re-codificación se hace necesario por parte del espectador.

Como lo describe el propio S. Ortiz, “ Bacterias Argentinas es un modelo dinámico de agentes autónomos que recombinan información genética comiéndose unos a otros y en donde la información genética es narración”. La obra es un escenario virtual que permite un cruce aleatorio de microestructuras textuales pero dentro de un modelo con rígidas reglas de comportamiento preestablecidas. Agrega Ortiz: ”Lo más importante es el proceso de alimentación. Las bacterias se comen entre sí. Cuando una bacteria se come a otra la mata, le roba toda la información genética y la concatena a la suya propia. Es decir extiende su texto con el de la bacteria comida.” Pone en escena el eterno deseo de las ideas de alimentarse, de canibalizarse, de circular. En definitiva, de perdurar más allá de su portador humano. El usuario, en esta obra, está limitado a un papel de espectador en la batalla por el sentido, en un ecosistema de palabras que compulsivamente, tras cada choque, genera nuevos sentidos.

Nuevos sentidos, generados en este caso en una forma no deseada, resultan como consecuencia de los procesos de traducción. Para la tarea del traductor, las enormes diferencias entre las estructuras de los distintos lenguajes plantean un problema que además se ve agravado por la aparición constante de nuevas lenguas: las informáticas en cada uno de sus nuevos dispositivos, las de las nuevas tribus urbanas y ciberurbanas, las lenguas de ficción, los idiomas transhumanos para comunicarse con otras especies animales, o los diseñados para la comunicación entre máquinas de diferentes “especies”. Lenguajes que, además, crecen a un ritmo mucho mayor al de extinción de las antiguas lenguas.
Antoni Muntadas aborda esta temática en su obra On Translation: The Internet Project , que forma parte de la serie On Translation que comenzó en 1994. Para este proyecto web que fuera una coproducción con äda' web, la Documenta X y el Goethe Institute, Muntadas partió del juego infantil del teléfono descompuesto en el que una frase es transmitida a través de una cadena de personas con las consecuentes transformaciones de sentido. La frase, “ Los sistemas de comunicación proveen la posibilidad de desarrollar un mejor entendimiento entre la gente: ¿pero en qué idioma?” fue traducida por una cadena de 23 traductores de diferentes lenguas. Los resultados pueden verse metaforizados en la imagen de una espiral descendente en la que se va deslizando hacia el abismo el sentido de la frase original. Y es que no sólo implicaba una traducción de lenguas humanas (inglés, alemán, ruso, coreano, swahili, japonés o castellano) sino que el propio trabajo de los traductores se veía afectado por las trascodificaciones tecnológicas que estas diferencias implican: diferentes sistemas operativos, distintos mapas de caracteres, diferentes teclados, etc. Pero finalmente lo que vemos es que paralelamente a la pérdida de sentido hay una reposición del mismo por parte de cada lector-traductor. El sentido original lineal, se convierte en una re-significación rizomática, fértil e impredecible.

Estas re-significaciones pueden producirse en otro tipo de código, el genético. Código a imagen del cual edificamos todos nuestros lenguajes y en el que los errores de traducción nos enfrentan a un nuevo concepto: el de mutación. Algo a medio camino entre la entropía y la evolución, entre el azar y la necesidad.
Trabajando en esta dirección Eduardo Kac concibe su obra Genesis. Citando al artista: “El elemento clave de este trabajo es un "gen artístico"; es decir, un gen sintético que inventé y que no existe en la naturaleza. Este gen fue creado traduciendo una frase del Libro bíblico del Génesis en código Morse, y convirtiendo el código Morse en una base de pares de ADN siguiendo un principio de conversión especialmente desarrollado para este trabajo. El texto dice: " Que el hombre tenga dominio sobre los peces del mar, sobre los pájaros del aire y sobre todo ser viviente en esta tierra ."
La exhibición permitió que los participantes tanto locales como remotos (vía web) monitorearan la evolución del trabajo. La muestra consistió en una placa Petri con la bacteria, una microcámara de video flexible, una caja de luz ultra violeta, y un microscopio iluminador. Este armado se conectó a un proyector de video y a una red de dos computadoras. Una computadora trabajó como un servidor web (transmitiendo imagen y audio en vivo) y respondía a los pedidos remotos de activar la luz ultra violeta. El impacto de energía de la luz ultra violeta sobre la bacteria es tal que interrumpe la secuencia del ADN acelerando el ritmo de mutación.
Al final de la puesta, la frase bíblica alterada fue decodificada y vuelta a leer en ingles, ofreciendo revelaciones del proceso de comunicación interbacterial transgenético: " LET AAN HAVE DOMINION OVER THE FISH OF THE SEA AND OVER THE FOWL OF THE AIR AND OVER EVERY LIVING THING THAT IOVES UA EON THE EARTH. " Sumado al ruido introducido a partes del texto, el procesamiento de la información a través de la mutación de la bacteria reemplazó MAN por AAN (que sugiere un nombre femenino) y agregó la palabra EON (que significa, en inglés, "un largo período indefinido de tiempo") antes de THE EARTH.

La tecnología en este caso ¿agrega transparencia u opacidad? ¿Revela o vela? Ya sean genes o memes, la mutación en el campo de batalla del código parece surgir como una pulsión de ruido, para evitar el silencio, la extinción, la muerte.
Frente a la incursión del discurso artístico en el discurso de la ciencia o en sistemas de codificación duros, Iván Abreu parece abordar este cruce en sentido contrario y nos presenta a las ideas como procesos inevitables, cerrados, programados. ASML (Art Statement Markup Language) se articula como un híbrido entre software art y documentación de discursos curatoriales. Partiendo de lenguajes de programación que hacen uso de etiquetas, Abreu desarrolla un software para facilitar el análisis y la comprensión de estos textos críticos sobre el arte por parte de la computadora. Selecciona textos de teóricos como Cuahutemoc Medina, Osvaldo Sánchez o Priamo Lozada, para luego incorporarlos a su programa etiquetando los distintos fragmentos que los componen. En ASML , estos textos codificados en diagramas de flujo, generan nuevas gramáticas que subvierten la relación entre obra y análisis, autor y crítico: la obra como herramienta de análisis del sistema del que forma parte.

Los códigos cerrados, enlatados y aparentemente inviolables, son a su vez desafiantes blancos de actos de sabotaje. Como el que realiza Joan Leandre en su trabajo RetroYou R/C al intervenir el programa de un videojuego de carreras de automóviles modificando, entre otros parámetros, el de la fuerza de gravedad. A pesar de estas variaciones, el juego es aún reconocible pero la interacción del usuario se halla drásticamente limitada. La experiencia de “realidad” virtual se trastoca en una experiencia meramente digital. Demás está decir que en el mundo digital no hay tal fuerza de gravedad, no hay arriba ni abajo, y si algo ha aportado al mundo “real” es precisamente poner en crisis estas diferencias jerárquicas. Como el automóvil del videojuego en un ambiente ingrávido, vuela por los aires la “simulación” de realidad así como la inviolabilidad del código cerrado.

La ingravidez de lo digital conduce a la desorientación. O mejor dicho, a nuevas formas de orientación: una navegación sin brújula y sin rutas prefijadas. En su serie de poemas virtuales, Ladislao Pablo Gyori aprovecha las peculiaridades del espacio digital para invitar al lector a recorrer sus arquitecturas textuales que no solo rompen la linealidad de las frases sino también la estructura de las palabras que la componen. Invitando a una navegación subatómica en el nivel del signo como en sus trabajos VPoem 12 y VPoem 13, desarrollados para entornos de VRML o como en su video VPoem 14 , en el que las mínimas unidades de sentido dentro de las palabras se recombinan, chocan y se entrecruzan para generar nuevos significados. El sentido queda a la deriva, pero se re-construye en cada colisión.

Una colisión peculiar es la que nos propone Antonioni en su película Blow Up . Un azaroso encuentro en un parque, un supuesto crimen y una única prueba, perdida entre los imprecisos granos de una fotografía. Puntos blancos y negros que conforman el preámbulo de lo que será la imagen binaria, la imagen digital. En su proyecto CODE UP , Giselle Beiguelman nos recuerda que las imágenes digitales son producto del lenguaje. De un lenguaje estrictamente programado. Partiendo de la película de Antonioni, la artista experimenta con los diferentes parámetros que “describen” la imagen digital, el píxel, la descomposición del color entre el rojo el verde y el azul, o el sistema de barrido de las pantallas, alterándolos radicalmente. Como el fotógrafo de Blow Up, nos encontramos finalmente con que las evidencias documentales no parecen dar cuenta de ninguna realidad.

Algo que difícilmente puede asociarse a lo digital es el vestigio del paso del tiempo. Esa es su cualidad más abyecta: lo digital no envejece. Es invariante. Siempre igual a si mismo. No hay virados al sepia, no se decoloran sus “páginas” ni se degradan los originales de copia en copia. Sin embargo, en su obra Degenerativa, Eugenio Tisselli nos enfrenta a una entropía de lo digital en la que un texto, publicado en una página web, es modificado aleatoriamente con cada visita de un lector. Involuntariamente, el visitante va variando los signos que componen el texto y también los que le dan formato a la página. Tisselli nos da cuenta de que no hay miradas objetivas ni presencias invisibles. Cada lector deja su huella y cada lectura modifica el texto. Huellas del paso del tiempo que parecen revertir la asepsia de lo digital y nos permiten presenciar otra derrota de la tecnología como máquina de comunicación: es nuevamente el ruido el que se ha apoderado del sentido.

 


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